-¿Así que se trata del dinero?
-¿Eh?- preguntó Natalia, sin entender nada.
-Tú me quieres denunciar, ¿Por la indemnización?- preguntó él, también confuso.
-¡Pues claro!- chilló Natalia exasperada.- ¿Por qué va a ser si no?
-Pues... -dijo inseguro Raúl.- Por joderme.
Natalia no puedo hacer otra cosa que reír.
-Eso aparte. Lo primero es mi coche, luego puede encontrar otras maneras para molestarte.
-Si solo se trata del dinero, yo te lo pago, a cambio de que no me denuncies. Una denuncia es lo que menos me conviene ahora.
-¿Porqué?- preguntó Natalia divertida.- ¿Acaso tienes problemas con la autoridad?- Pero él se puso tensó, y no pareció tomárselo tan a broma como se lo estaba tomando Natalia.
-Bueno, -interrumpió Pablo.- a mí me encantaría quedarme aquí toda la noche, pero tengo cosas que hacer. Paga de una puta vez, cabrón.
Raúl abrió su cartera, y Natalia se fijó en todo el dinero que había dentro. Se preguntó de donde coño lo habría sacado. En su vida había visto tanto dinero junto. Sacó un billete de veinte y se lo entregó.
-Quédate con el cambio- Natalia no se lo podía creer. Eso sólo ocurría en las películas. ¿Como iba a pagar una cerveza de 3 euros con un billete de veinte? Raúl rió y la guiñó un ojo. Natalia seguía sorprendida.- Mañana te traigo al dinero aquí mismo.
Y así los dos amigos salieron por la puerta.
Noche, cerrada, oscura. No hay luna. Una chica viaja hacia el sur de la ciudad en un coche sin ventana trasera. Sale del centro, hacia el extrarradio. En 10 minutos, llega a su barrio. Edificios viejos llenan la zona. Las pintadas y graffitis, cubren casi todas las paredes de la zona. Cuando se detiene en un semáforo en rojo, mira por la ventana. Mendigos durmiendo en los escaparates de las tiendas, borrachos tambaleándose. Arranca en cuanto el semáforo se pone en verde. Por fin llega a su edificio. Lo bordea y aparca en coche en la parte trasera del edificio. Por allí no suele pasar nadie,por lo su coche está seguro allí. Todavía están por el suelo los cristales de su ventana. Esa que rompió un maleducado con un pedrusco, sin razón. Los esquiva y se dirige a la escalerilla de incendios. Sube por ella, hasta llegar a su ventana, la abre y se mete, entrando en su habitación.
-Papá, ya estoy en casa.- Anuncia. Sale de su cuarto y llega por el estrecho pasillo al pequeño salón. En el sofá, está su padre, dormido, con la televisión encendida y una botella de whisky barato medio vacía sobre la mesa.
-Joder,- maldice- otra vez no.- Coge el mando y apaga la tele. Su padre, el pobre hombre. No pudo superar que su madre los abandonara. Natalia no le quiere mover. Le podría despertar. Coge la botella, apaga las luces del salón y vuelve a su habitación. Una vez dentro, se bebe el resto de la botella. Sabe que eso la ayudará a dormirse.